Pan Tachirense: De las Montañas Andinas al Mundo

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Recientemente reconocido con la Indicación Geográfica Protegida y declarado patrimonio cultural del Táchira, el pan tachirense es símbolo de tradición, calidad y orgullo venezolano. Su diversidad, que incluye desde la clásica hogaza hasta la quesadilla y la acema con chicharrones, cautiva paladares dentro y fuera del país. Hoy, este pan se proyecta como un auténtico embajador culinario y un producto con enorme potencial de exportación para Venezuela.

Foto: Cortesía La Opinión de Cúcuta.

El aroma del pan tachirense despierta recuerdos, sus texturas y sabores evocan la tierra andina venezolana y, gracias a la constancia de sus panaderos, hoy es símbolo de identidad nacional.

En 2024, el Servicio Autónomo de la Propiedad Intelectual (SAPI), organismo adscrito al Ministerio de Comercio Nacional, reconoció al pan del estado Táchira con la Indicación Geográfica Protegida (IGP), distinción que coloca a este alimento en el selecto grupo de productos con prestigio mundial.

Este logro, fruto de una lucha de años impulsada por el Consejo de Panaderos del estado Táchira —liderado por el ingeniero Ramón Hernández y más de 25 asociaciones panaderas— garantiza la protección legal de un pan con cualidades únicas, cuya esencia está profundamente vinculada a las características del clima, suelo y las técnicas ancestrales del Táchira. Es, en efecto, el embajador de todo un modo de vida.

¿Qué significa la Indicación Geográfica Protegida para el pan tachirense?

La IGP es mucho más que una certificación; es el aval internacional de que un producto posee características únicas gracias a su entorno geográfico y cultural. Así, los panes tachirenses, con su sabor y textura, son inimitables fuera de la región, resultado del clima andino, la humedad, el sol y, sobre todo, el conocimiento acumulado de generaciones de panaderos.

La Denominación de Origen, según el Arreglo de Lisboa, designa productos cuya calidad está inseparablemente ligada a factores naturales y humanos del territorio de origen. Esto convierte al pan tachirense en patrimonio gastronómico, cultural y sensorial de Venezuela.

Más de 300 años de sabor y encuentro en torno al pan tachirense

La historia de este pan se remonta a hace más de tres siglos, cuando los adelantados españoles vinieron desde Pamplona para fundar la Villa de San Cristóbal y trajeron el trigo a la región. Desde entonces, el pan tachirense no solo ha sobrevivido al paso de los siglos, sino que ha mantenido sus rasgos esenciales, diferenciándose de cualquier otro pan venezolano o del mundo.

Un elemento clave es la talvina, prefermento natural elaborado con panela, agua y harina, al que se suman otros secretos celosamente guardados por los maestros panaderos. Sin levaduras industriales, sin conservantes, este pan es una joya de fermentación natural y sabor profundo.

Por generaciones, el amasado y horneado fue un ritual familiar: mujeres encargadas de cubrir la masa con telas especiales, hombres recolectando leña y tallando herramientas necesarias. Era un acto comunitario y simbólico, donde tradición y trabajo se fundían en cada hogaza.

Un pan con horno y alma andina: detalles que marcan la diferencia

Lo que diferencia al pan tachirense de cualquier otro es su proceso artesanal. Utilizan hornos hechos en adobe sobre piedra, con superficie de ladrillo, base cuadrada y boca redonda. El prefermento artesanal, la talvina, era ya patrimonio local antes de la popularización de la masa madre en el mundo. En algunos pueblos, incluso el suero de leche sustituye al agua, aportando matices irrepetibles.

La identificación del pan tachirense con el terruño andino es tan profunda, que para entender la variedad de sus panes habría que recorrer sus pueblos, aprender sus nombres —tan intrincados como los caminos cordilleranos— y palpar la mezcla de aromas indígenas y aportes europeos: españoles, italianos, colombianos, portugueses y alemanes.

Cualquier persona que haya probado su miga suave, su corteza fragante y el matiz dulzón del papelón, entiende por qué los expertos como la poeta e investigadora Leonor Peña lo llaman “el pan de verdad” en Venezuela.

El pan tachirense, reconocido oficialmente como Patrimonio Cultural y Gastronómico del estado Táchira, presenta una gran variedad de opciones, destacando por su sabor y tradición. Entre las variedades más populares se encuentran el pan de maíz, las almojábanas, el pan de leche, el pan de trigo y el pan dulce, incluyendo opciones como el pan sobado y el pan campesino.

Variedades más destacadas del pan tachirense

La verdadera riqueza del pan tachirense no reside únicamente en su hogaza clásica, sino en la asombrosa diversidad de panes artesanales que constituyen un patrimonio vivo y multifacético. Navegar por los pueblos del Táchira es adentrarse en una ruta de aromas, nombres y recetas que reflejan tanto la creatividad local como el mestizaje cultural andino.

Entre los panes dulces del Táchira, que en realidad son los que identifican a la industria panificadora regional, destacan: la acema con chicharrón, el pan de maíz, el pan de leche, el pan de queso, el pan camaleón, el pan trenzado y el pan azucarado. Además de las quesadillas y los panes rellenos con guayaba, arequipe, fruta caramelizada, etc. que complementan la rica oferta de panadería tachirense.

Quesadillas rellenas de un delicado queso blanco criollo dulce, aromatizado con vainilla y canela.

Patrimonio cultural y aspiración global: hacia la Unesco y más allá

El 6 de diciembre fue el día en que el Consejo Legislativo tachirense declaró al pan de su tierra patrimonio cultural regional, decisión respaldada por más de dos mil productores y 1350 panaderías.

Ahora la meta es clara: lograr el reconocimiento de la Unesco como patrimonio universal, empoderando así aún más a la gran familia panadera de Táchira. El Día del Pan Tachirense se institucionalizó como símbolo de esta herencia viva que sigue nutriendo generaciones, tanto en Venezuela como en el extranjero.

Un caso de éxito exportador: De la mesa andina a los supermercados de Estados Unidos

El pan tachirense ya comienza a saborearse más allá de las fronteras nacionales. Gracias al emprendimiento de Gabriel Zambrano, creador de la marca Pandino, el pan andino tachirense hoy se vende en la sucursal Landstar de Walmart, en Orlando, Florida, siendo el primer venezolano en lograrlo para esta cadena.

El impacto fue inmediato: la comunidad venezolana en el exterior celebró el logro en redes sociales, posicionando al pan tachirense como motivo de orgullo, nostalgia y unión. La visión de Zambrano es llevar este producto a más sucursales de Walmart y otros mercados, consolidando un canal de exportación directa al creciente público venezolano repartido por el mundo, estimado en más de 9 millones de personas.

Además de su tienda física, el pan tachirense se ofrece por pedidos en línea y servicios de delivery, rompiendo todas las barreras de la distancia y reactivando sentimientos de pertenencia y memoria gustativa en la diáspora.

La buena comida es el lazo invisible que une a las comunidades migrantes. Tal y como ha pasado con la arepa venezolana, hoy el pan tachirense entra en la categoría de “productos de la nostalgia” que, lejos de perder valor, se transforman en fortalezas económicas al conquistar paladares internacionales.

Ahota en Facebook, Instagram y TikTok, proliferan los tutoriales, las historias y las reseñas sobre el pan tachirense. Influencers panaderos venezolanos como @pochove mantienen vivas masas madre legendarias, mientras Leonor Peña documenta la investigación, poética y rescate del acervo culinario tachirense.

El pan tachirense, embajador del sabor venezolano en el mundo

El profesor Rafael Cartay lo resume magistralmente: “Crecimos con ese pan dulce hecho por panaderos y panaderas profesionales, y también por nuestras madres y tías. Es necesario encontrar un sentido de vida en servir a la gente a través del pan, cargado de símbolos y sentimientos ligados a la convivencia y la sociabilidad”.

Hoy el pan tachirense ya no es solamente un símbolo local, sino una ventana de Venezuela hacia el mundo. Gracias a su calidad, artesanía, certificación internacional e historias de éxito en la exportación, se proyecta como uno de los productos con mayor potencial para posicionar a Venezuela en los mercados globales de alimentos auténticos.

Ninguna distancia borrará el aroma a talvina ni la memoria de los hornos de adobe: donde haya un venezolano, habrá también un pedacito de Táchira amasado en pan… y listo para conquistar el mundo.

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