Venezuela, cuna del cacao fino de aroma

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Venezuela no solo es tierra de paisajes deslumbrantes, también lo es de aromas profundos y sabores que nacen de su suelo fértil. El país alberga la mayor diversidad genética de cacao del mundo, una herencia viva que hoy busca reivindicar su lugar como epicentro del chocolate fino. Esta riqueza no es casual: es el resultado de una combinación única de factores naturales, culturales y hasta económicos.

El cacao venezolano destaca por su calidad sensorial, su historia agrícola y por no haber sufrido, como en otros países, la transformación genética que lo hiciera más resistente pero menos aromático. Lo que en un principio fue descuido o resistencia al cambio, terminó siendo un acto involuntario de conservación genética.

Cada región, un sabor diferente

Las regiones cacaoteras de Venezuela conforman un verdadero mapa de sabores. Cada una aporta sus matices gracias a su genética, microclima y a las manos expertas que lo cultivan.

Sucre y Paria

En Paria, estado Sucre, el cacao se expresa con aromas intensos, toques de tabaco, madera fresca y especias. Aquí trabajan productores como Jesús Méndez y Calixto López, quienes están modernizando las prácticas agrícolas para preservar la calidad sin renunciar al legado.

Miranda

El cacao Carenero, de la zona de Barlovento, es uno de los más famosos del país y cuenta con Indicación Geográfica Protegida. Productores como Francisco Betancourt han contribuido a que el «Carenero Superior» sea valorado tanto por la industria como por chocolateros artesanales.

Aragua

En Chuao, un pueblo costero aislado entre el mar y la montaña, se produce desde hace siglos un cacao que mantiene su Denominación de Origen Controlada (DOC) desde el año 2000. También destacan las variedades Cuyagua y Ocumare, cuyos cacaos siguen siendo sinónimo de excelencia.

Carabobo y Yaracuy

En Canoabo, Rodrigo Morales ha sido pionero en la transformación de su cacao hacia un enfoque “Bean to Bar”, agregando valor desde el cultivo hasta la tableta. En Yaracuy, el productor Oscar Pietri conserva el cacao Guáquira en una zona protegida del macizo de Nirgua, aportando un perfil de sabor con toques de miel y panela.

Zulia y Sur del Lago

En esta región occidental se cultivan variedades únicas como el cacao porcelana y el guasare, considerados algunos de los cacaos criollos más puros del mundo. La ingeniera Iraima Chacón ha mapeado estas variedades y promueve su preservación.

Mérida y Trujillo

Los cacaos bocadillo y benavides crecen en condiciones de altura, desarrollando sabores dulces y amaderados que son apreciados por chocolateros especializados.

Bolívar y Amazonas

En el estado Bolívar, Albe Gorrín promueve el cacao Guarataro y colabora con comunidades indígenas como los yekuana, que cultivan cacao bajo sus métodos ancestrales. Esta región aún conserva trazas del cacao amazónico y trinitario.

Táchira: joya genética del cacao venezolano

El estado Táchira, en la frontera andina del país, guarda una de las expresiones más fascinantes del cacao criollo. Variedades propias como lobatera, macanillo, novillero y pentágona, que se cultivan en Junín, Lobatera, Santa Ana y Seboruco, representan una reserva genética de enorme valor, rescatada gracias a esfuerzos institucionales como los de Corpozulia y la Universidad Nacional Experimental del Táchira.

Aquí se ha iniciado el rescate de bancos de germoplasma y jardines clonales, fundamentales para la trazabilidad, certificación y reproducción del cacao nacional. Táchira simboliza el renacer de un cacao que, por su altitud y composición genética, ofrece perfiles únicos de sabor: notas de caramelo, frutas secas y un amargor elegante.

 

De la tradición a la innovación

En las últimas dos décadas, un grupo de jóvenes conocidos como los “cacaoteros ilustrados”, formados en universidades y talleres, han revitalizado la forma de cultivar, fermentar y vender el cacao. Rubén Escobar, del Carenero Superior, pasó de vender solo a la industria a trabajar con chocolateros artesanales, aplicando fermentaciones personalizadas según el perfil que busca el cliente.

También han surgido los “cacaoteros empresarios”, quienes controlan toda la cadena de valor: desde la siembra hasta la venta en tiendas turísticas. Los pequeños productores del país son el eslabón menos favorecido en dicha cadena, ya que se ven obligados a vender el producto a precios muy bajos, lo que desestimula su cultivo, especialmente las variedades de cacao fino.

Retos estructurales que frenan su potencial

Pese a su potencial, el cacao venezolano enfrenta retos estructurales:

  • Falta de políticas públicas de largo plazo.
  • Ausencia de datos actualizados sobre productividad y extensión cultivada.
  • Pocas certificaciones de origen internacional, debido a un aparato burocrático débil y engorroso.
  • Necesidad urgente de renovar cultivos envejecidos y aumentar la productividad sin perder la identidad genética.
  • Como advierte la investigadora Iraima Chacón: “El problema no es el precio del cacao, es la productividad. No soñemos más, tenemos que actuar. Se nos van los clientes”.

El movimiento Bean to Bar como motor del cambio

El movimiento Bean to Bar (BTB) o Tree to Bar ha cambiado el paradigma del cacao como materia prima para convertirlo en producto de lujo. Chocolateros como Naudys González y organizaciones como la Organizxación Internacional del Cacao ICCO han visibilizado la calidad del grano venezolano y su enorme potencial gourmet.

Este enfoque ha sido clave para que el cacao venezolano entre a mercados como el francés, japonés y norteamericano. Pero sin trazabilidad, sin control de calidad y sin planificación nacional, este renombre puede perderse.

Sin embargo, las exportaciones de cacao criollo venezolano y por ende el cultivo de este producto han crecido. Esepcialmente después de que el Gobierno Nacional exoneró de impuestos y tasas a este rubro agrícola en julio de 2022. Los principales mercados de exportación han sido Asia y Europa.

En 2022, el país producía 26.343 toneladas al año, y para 2025 la producción total está proyectada en unas 60.000 toneladas.

Una herencia viva, un compromiso de país

El cacao venezolano es más que una materia prima: es una memoria viva, una identidad colectiva, un aroma que nos une. Cada productor, cada ingeniero, cada joven que se lanza al monte o a la fábrica de chocolate, está cuidando un patrimonio que ha resistido guerras, crisis, olvidos y abandonos.

Pero sigue ahí, latiendo. Porque el cacao venezolano, como bien dijo Calixto López, “aunque poquito, siempre produce”. Y en cada grano lleva el alma entera de su tierra.

Con información de

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