El futuro de la economía venezolana en el mediano y largo plazo, dependerá de lo que ocurra el 28 de julio durante las elecciones presidenciales. Todas las esperanzas del sector productivo nacional y los trabajadores del país, están centradas en un cambio político impulsado por el candidato presidencial, Edmundo González Urrutia, a quien todas las encuestas independientes ubican como favorito por amplía ventaja.
Un reciente informe de la Academia Nacional de Ciencias Económicas titulado Venezuela: Elecciones del 28 de julio abren posibilidades de cambio (junio de 2024), señala que “de triunfar el candidato opositor, como predicen las encuestas, y suponiendo que no prosperan los esfuerzos por parte del gobierno de Maduro por desconocer esos resultados, Venezuela iniciará un arduo pero prometedor proceso de recuperación de su economía”.
El país se encuentra actualmente en un momento crucial de su historia contemporánea, con la posibilidad de un cambio de gobierno en el horizonte inmediato, de acuerdo con todos los estudios de opinión serios que se han hecho y la respuesta recibida en la calle por María Corina Machado y el candidato democrático Edmundo González, a pesar de la cadena de obstáculos que el gobierno ha puesto en su campaña.
Si el régimen permite a los venezolanos votar el 28 de julio de 2024 y los votos se cuentan uno a uno respetando la voluntad popular, la transición hacia la democracia hará posible que la nación inicie un arduo pero prometedor proceso de recuperación económica y de progreso social. ¿Podremos votar ese día en paz? ¿Se respetará la decisión que tomen los venezolanos en las urnas? Son las preguntas que se hacen millones.
Contexto Político y Transición
Es cierto que el cambio de mando previsto para el 10 de enero de 2025, supondría un semestre de intensas negociaciones, debido a que las principales instituciones del país (Asamblea Nacional, Tribunal Supremo de Justicia, Fuerza Armada y la mayoría de las gobernaciones y alcaldías) están bajo control de las fuerzas afines a Nicolás Maduro actualmente.
Las negociaciones para viabilizar la transición no serán solo entre las fuerzas políticas internas, sino también con el bloque de poder geopolítico conformado por Cuba, Rusia, China e Irán, cuya presencia e intereses en Venezuela se ha fortalecido a lo largo de las dos últimas décadas. Primero con Hugo Chávez que lo permitió buscando fortalecer su liderazgo internacional y luego con Maduro que lo incrementó para buscar protección.
Durante este período, igualmente, será esencial establecer medidas que faciliten la transición hacia un nuevo modelo de gestión política. Entre las primeras acciones debería estar la suspensión de sanciones externas, puesto que los sancionados dejarían de ser gobierno, así como el restablecimiento de garantías mínimas y la implementación de medidas que alivien la compleja emergencia humanitaria que atraviesa Venezuela.
Estrategias Económicas del Nuevo Gobierno
De acuerdo con el informe, si se consolida un entorno político favorable, el nuevo gobierno tendrá que negociar también nuevos préstamos internacionales con organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, entre otros. En la actualidad, el país tiene congelados USD 5.000 millones en DEG asignados desde 2021 y 31 toneladas de oro que están depositadas en el Banco de Inglaterra.
Esto permitiría fortalecer las reservas internacionales efectivas, y junto con la gestión y el acceso a fondos de organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo, haría posible la ejecución de programas de transferencia de recursos monetarios para los sectores más desprotegidos del país. Haría posible la recuperación de los deficientes servicios básicos que administra el estado incluyendo agua, luz, combustibles, seguridad y asistencia social y salud.
Según el informe, este proceso necesariamente deberá también incluir una reestructuración de la deuda externa calculada en unos USD 160,000 millones, la mayor parte de la cual fue adquirida y despilfarrada por Chávez en momentos en que el país recibía los mayores ingresos petroleros de su historia. Cuando llegó al poder en 1999, la deuda externa venezolana era inferior a los USD 30.000 millones.
Para ello, es crucial presentar un programa confiable de estabilización macroeconómica y reformas estructurales ante los organismos acreedores multilaterales. Estas reformas deberán estar cimentadas sobre bases sólidas que hagan posible que el país recupere su economía en el plazo de una a dos décadas.
Pero, como siempre, los acuerdos políticos internos serán clave para generar un clima favorable a la inversión nacional e internacional y la recuperación. Si bien Venezuela posee suficientes recursos naturales y humanos para llevar a cabo esta recuperación, la implementación concreta de estas políticas dependerá en gran medida de las condiciones políticas reinantes post 28 de julio.
¿Qué pasa si Maduro continúa?
Pero si Nicolás Maduro permanece en el poder después del 28 de julio durante otros seis años más, los analistas económicos concuerdan en que la actividad económica volverá a caer o se ralentizará como en los años anteriores, con escasas posibilidades de crecimiento y mejora en las condiciones de vida de la población. No habrá inversión nacional ni extranjera y menos aún crédito internacional.
Los aliados de Maduro (China, Rusia, Irán) no tienen ninguna intención de invertir en el país. El gobierno mantiene con China una deuda milmillonaria todavía. Estos países aprovechan la ventaja que tienen para explotar los recursos minerales de Venezuela y comprar petróleo, oro y otros metales con descuento. Los planes de cooperación e inversión conjunta en el área económica quedaron a la deriva y solo sirvieron para hacer millonarios a muchos altos funcionarios.
La Academia Nacional de Ciencias Económicas en su informe vaticina que un nuevo triunfo de Maduro hará que problemas graves como los apagones eléctricos, el suministro inseguro de agua, gas y gasolina persistan y, tal vez, se agraven. Además del deterioro continuo en los servicios de salud y educación del estado.
Para tratar de mantener a flote el gasto del gobierno, se mantendría la carga pesada carga fiscal sobre las empresas, al igual que las medidas antiinflacionarias basadas en la sobrevaluación del bolívar y la restricción financiera continuada. Esto seguirá dificultando la reactivación del sector productivo nacional.
Cero inversión, cero expansión
La economía de Venezuela donde confluyen el dólar y el bolívar continuará, al igual que la modesta inserción en el mercado internacional. Sería imposible diversificar la economía, pues no habría inversión sustancial en sectores con potencial de crecimiento, ya que la falta de confianza en el gobierno y la inseguridad jurídica, elevarían el riesgo país y dificultarían captar nuevos recursos financieros.
Seguirá la dependencia marcada del país en la exportación de crudo, con un margen muy bajo de maniobra para lograr ampliar su producción. La mayor parte de los ingresos petroleros se derivan de los acuerdos que tiene Venezuela con empresas como la estadounidense Chevron a la que se le acaba de renovar su licencia de exportación como parte de los acuerdos logrados por el gobierno con la administración Biden.
La suspensión de las sanciones ha permitido este año al gobierno explotar y vender más petróleo y otros minerales, mejorando sus ingresos fiscales. Si Maduro gana las elecciones y Donald Trump vuelve a la Casa Blanca es muy probable que las sanciones de estados Unidos aumenten nuevamente. El promedio de producción actual de 726 mil b/d seguramente volvería a hundirse.
… Si el triunfo es fraudulento la situación empeorará
Una de las mayores preocupaciones para quienes abrigan la esperanza de un cambio de gobierno en Venezuela para no tener que emigrar, es la forma como Maduro se quede en el poder, si eso ocurre. El gobierno y sus aliados internos y externos han echado mano de todas las maniobras posibles para tratar de rebanarle votos a la oposición. Confían en que la reingeniería electoral que están aplicando a través del CNE, les permitirá ganar.
Pero hay quienes piensan que de no ser esto suficiente para ganar, el gobierno podría tener la tentación de quedarse en el poder a cualquier precio. “La reimposición de sanciones en respuesta a un triunfo electoral fraudulento de Nicolás Maduro habrá de agravar aún más esta situación”, destaca el informe. Y alerta que “de no ocurrir el cambio político esperado, aumentarán las protestas y la inestabilidad política y social del país”.
La otra consecuencia de la permanencia de Maduro en el poder sería la estampida de venezolanos saliendo del país que se prevé. No solo de familias de escasos recursos cuyos hijos se niegan a seguir viviendo sin esperanza ni fuentes de empleo, sino de empresarios, comerciantes, profesionales, técnicos y obreros que se quedaron luchando en el país porque creyeron que sería posible el cambio.
Si ese núcleo productivo y de talento –calculado en un 30% del país- decide marcharse porque ve perdidas sus esperanzas después del 28J, entonces Venezuela quedará en la lona porque se generaría un colosal derrumbe en todos los ámbitos. Ese sector es el que mantiene el país en pie y confía en que el 29 de julio podrán comenzar a avizorar un nuevo amanecer después de dos décadas perdidas.
El 28J Venezuela tomará un camino hacia el progreso o a su destrucción total. Si la mayoría que aspira volver a tener un país próspero no gana ese día, no será por falta de votos y fe.