
El Pacto a tres bandas que convirtió a El Salvador en la llave del canje de presoss entre EE.UU. y Venezuela
- La compleja operación a tres bandas, mediada por figuras internacionales, selló un inédito canje de prisioneros.
- La administración Trump, con el decisivo apoyo de Nayib Bukele, logró la liberación de 10 estadounidenses y 80 presos políticos en Venezuela.
- La moneda de cambio: 252 migrantes venezolanos que habían sido deportados por EE.UU. a la megaprisión salvadoreña CECOT, acusados de pertenecer al Tren de Aragua.
Un avión aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, pero su procedencia reveló la trama de una de las negociaciones más inusuales y secretas de la diplomacia contemporánea. No llegaba directamente desde Estados Unidos, sino desde El Salvador, transportando a 252 venezolanos cuyas vidas se habían convertido, sin saberlo, en la pieza central de un ajedrez geopolítico entre Washington, Caracas y San Salvador.
El acuerdo, confirmado por los tres gobiernos, fue tan simple en su resultado como complejo en su ejecución. El gobierno de Nicolás Maduro aceptó la liberación de 10 ciudadanos estadounidenses detenidos en Venezuela y la excarcelación de 80 presos políticos. A cambio, el gobierno de Nayib Bukele entregó a los 252 migrantes venezolanos que mantenía recluidos en el temido Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT).
La operación, que se gestó durante meses, contó con la mediación del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, que suele ser el interlocutor – mediador del diálogo con Caracas en estos asuntos, y del embajador estadounidense Richard Grennel, hombre de confianza de Donald Trump.
Pero, fue el propio Bukele quien lo desveló en su cuenta de X la negociación: “Realizamos este intercambio a cambio de un número considerable de presos políticos venezolanos (…) así como todos los ciudadanos estadounidenses que tenía retenidos como rehenes”.
Por su parte, el Secretario de Estado estadounidense Marco Rubio, confirmó la noticia en redes sociales, celebrando que «10 estadounidenses que fueron detenidos en Venezuela están en camino a la libertad» y agradeciendo explícitamente a Bukele por su papel crucial para asegurar las liberaciones.
CECOT: La Inesperada y Polémica Moneda de Cambio
Para entender este canje, es vital retroceder a marzo, cuando la administración Trump invocó una arcaica ley de 1798, la «Ley de Enemigos Extranjeros», para deportar de forma expedita a migrantes venezolanos sospechosos de pertenecer a la banda criminal Tren de Aragua. En un acuerdo sin precedentes, Washington pactó con Bukele transferir la custodia de estos deportados a El Salvador, a cambio de un pago anual de seis millones de dólares.
Desde entonces, 252 venezolanos, entre los que se encontraban siete niños de entre uno y 12 años, quedaron incomunicados en el CECOT. Sus familiares y abogados denunciaron que la mayoría no tenía antecedentes penales y que las acusaciones se basaban en pruebas endebles, como la presencia de tatuajes, sin darles la oportunidad de defenderse ante un tribunal.
El caso de Kilmar Abrego García, un residente legal salvadoreño en EE.UU. deportado por error a la prisión de Bukele y luego readmitido por orden judicial, expuso las grietas y la injusticia de un sistema que transformó a migrantes en fichas de negociación. Fueron estas personas, cuya situación jurídica era altamente cuestionable, las que se convirtieron en la llave maestra del acuerdo.
Esta estrategia revela una faceta pragmática y controvertida de la diplomacia de la era Trump, utilizando a un tercer país como custodio de personas que luego serían intercambiadas para lograr objetivos de seguridad nacional, como la liberación de sus ciudadanos.

Presos estadounidenses canjeados por venezolanos deportados a El Salvador y presos politicos.
El Ajedrez Diplomático: Las Motivaciones de Cada Actor
El comunicado de la Cancillería venezolana confirmó la recepción de los 252 connacionales, atribuyendo el éxito a las gestiones de Zapatero y afirmando que se concedieron «medidas cautelares» a un grupo de venezolanos. El texto, cargado de la retórica oficial, señaló que Venezuela «ha pagado un alto precio» y que el presidente Maduro «no tuvo ninguna duda de realizar este canje».
Sin embargo, meses antes, el gobierno venezolano había calificado la propuesta de Bukele de intercambiar a los migrantes por presos políticos como un «chantaje». Este cambio de postura evidencia la presión y el pragmatismo que finalmente se impusieron. Para Caracas, recuperar a 252 venezolanos presentados como víctimas del «imperialismo» y del gobierno salvadoreño sirvió como una victoria propagandística, a pesar de ceder en la liberación de figuras clave.
Para la administración Trump, el acuerdo fue un triunfo rotundo. No solo cumplió su promesa de «traer a los estadounidenses a casa», sino que también logró la liberación de 80 presos políticos, un gesto de presión directa sobre el gobierno de Maduro. El comunicado de Washington fue claro: «El uso por parte del régimen de la detención injusta como herramienta de represión política debe terminar».
Nayib Bukele, por su parte, se posicionó como un actor indispensable en la región. Demostró ser un aliado eficaz para los intereses de Estados Unidos, reforzando su imagen de líder fuerte y resolutivo, capaz de operar en el complejo tablero de la política internacional y mediar en conflictos de alto calibre.
Un Balance Agridulce: Libertad para Unos, Incertidumbre para Otros
Para las familias de los 10 estadounidenses y los 80 presos políticos venezolanos, el día marcó el fin de una larga pesadilla. Cada liberación representa una victoria inmensa para los derechos humanos. Sin embargo, el contexto más amplio arroja sombras sobre la celebración.
Organizaciones como el Foro Penal cifran en casi un millar el número de presos políticos en Venezuela. Y señala que hay en Venezuela existe una puerta giratoria con los presos politicos: salen unos y entran otros que serán la moneda de cambio en este tipo de negociaciones.
La liberación de 80, aunque significativa, es solo una fracción. Además, el método del canje plantea un dilema ético profundo: ¿legitima el uso de migrantes y detenidos como moneda de cambio, creando un peligroso precedente para futuras negociaciones?
Mientras el gobierno venezolano coordinaba la llegada de los vuelos de «Vuelta a la Patria» con los deportados, la persecución interna contra opositores, acusados de terrorismo y traición a la patria, no ha cesado. La libertad, en este complejo panorama, parece ser más el resultado de una transacción estratégica que de un derecho garantizado.
Este canje a tres bandas redefine las reglas del juego diplomático en el continente, demostrando que en la intersección de la crisis migratoria, la seguridad nacional y la lucha por los derechos humanos, las alianzas más inesperadas pueden surgir para resolver problemas que, hasta hace poco, parecían no tener solución.